El reto de ser Abogado: La dificultad de iniciarse en la abogacía.

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Hace tiempo que quería compartir mi experiencia y mi opinión acerca del inicio en el ejercicio de la abogacía en España. Tras años de estudio y trabajo, he conseguido adquirir experiencia como abogado en el ámbito del Derecho Mercantil, pero no ha sido fácil. Si tuviera que resumir en una sola palabra mi experiencia en el inicio del ejercicio de la abogacía en España, sin duda elegiría reto como palabra definitoria de la misma.

Durante la carrera, mi idea, y también la de muchos compañeros, era la de que las horas de estudio, de elaboración de prácticas, de preocupaciones por los exámenes y de noches infinitas preparando presentaciones darían sus frutos. Yo creía que cuanto mejores notas obtuviera en cada asignatura, mayores serían las posibilidades de que dichos frutos estarían aguardando al final de la carrera. ¡Ay, qué inocente era!. Al terminar la carrera, choqué directamente con la dura realidad que aunque sabía que podía estar ahí, sobre todo tras el inicio de la crisis económica, parecía mejor ignorar.

Tras terminar la carrera, tocaba competir no solo con los compañeros de promoción sino también con miles de estudiantes recién licenciados tan deseosos de iniciar su carrera profesional tras años de estudio como lo estaba yo en esos momentos. En todos los sectores, y más con la situación económica de España en 2012, era difícil comenzar la carrera profesional, pero en el sector legal  era  (y sigue siendo) especialmente complicado.

Al inicio, los recién licenciados en Derecho somos (me incluyo el primero) completos ignorantes de la práctica del derecho (bueno, la gran mayoría, que no me gusta generalizar). Es triste, pero es así. Las horas de estudio, las decenas de asignaturas cursadas y  de horas preparando prácticas no nos preparan para el salto al mundo profesional, y ello lo acabamos pagando los propios estudiantes. Un abogado sin experiencia, por muchas ganas y empeño que tenga en aprender y  desarrollar sus habilidades, necesita una persona que le guíe al inicio de su trabajo (y que sea muy paciente), y ello es implica un coste de tiempo y económico para las firmas. Cuando empiezas a ejercer la abogacía, todo lo que ves te suena de la carrera. Sabemos la teoría, pero la práctica es otra cosa. Estamos habituados a las clases y a la toma de apuntes (como ya hacíamos desde el instituto), pero la verdadera práctica es casi inexistente. Sabemos qué es en teoría una ampliación de capital y dónde se regula, pero desconocemos el proceso para llevarlo a cabo, y no me refiero a detalles concretos, sino de aspectos tan esenciales como qué es una operación que se formaliza en escritura pública y se inscribe posteriormente en el Registro Mercantil, por ejemplo.

Así pues, esta terrible combinación de gran cantidad de nuevos licenciados cada año en España, más de los que el mercado laboral puede absorver, junto a las dificultades que implica iniciar la abogacía sin contar con experiencia, y una economía deprimida con un rígido mercado laboral, lleva a un cóctel explosivo que hace que iniciar la carrera profesional en nuestro ámbito sea complicada y desoladora, especialmente comparado con el ejercicio de nuestra profesión en otros países.

En esta situación, sólo hay una solución para facilitar conseguir un primer empleo, la búsqueda de la diferenciación frente a los miles de recién graduados que desean igualmente comenzar su carrera profesional tras años de estudio.

Uno de los principales aspectos es el inglés. Al principio en el colegio, el inglés no era más que otra asignatura más. Yo comencé a estudiar inglés en tercero de primaria, y sinceramente, me aburría. Me gustaba más el francés que tuve la oportunidad de estudiar en el instituto y bachiller. Pero cuando llegas a la universidad te das cuenta que es esencial. No vale sólo con clases, o alcanzar el famoso nivel medio español que básicamente implica que entendemos textos en inglés y poco más. En mi caso llegó a ser una obsesión, y estaba decidido a irme al extranjero una vez terminase mis estudios. Tenía claro que quería al extranjero para mejorar mi inglés, y de esa manera empecé mi carrera profesional en Estados Unidos, decisión de la cual me alegro mucho.

Pues bien, hablar inglés está en muchos casos pasando a ser una commodity. Mal que bien, muchos son los profesionales del derecho capaces de defenderse en inglés, y para muchos puestos el tener un nivel alto de inglés se da por sentado. Así pues, ya no sólo inglés, hay que ir pensando en aprender otro idioma (sobre todo en el caso de que quieras conseguir un puesto en una firma internacional).

Otra forma de especializarse que también es cada vez más necesaria es la realización de un máster. Las universidades y la escuelas de negocios ofrecen un catálogo amplio de másters de especialización. La existencia de un gran número de licenciados y graduados (tema que trataré en un post posterior), más la obligación de realizar el Máster de acceso a la abogacía, hace que lo que antes era un importante factor diferenciación se convierta también, no sólo en una commodity sino en un requisito necesario para poder comenzar nuestra actividad profesional. Esto nos lleva a la necesidad de buscar la especialización en una determinada materia sin haber previamente ejercido el derecho en ese ámbito. Hay mucha gente que desde la carrera tienen claro el ámbito en el que se desean especializar, pero también hay muchos que no lo tienen nada claro, y que se les obliga a elegir la rama de derecho a ejercer sin saber si de verdad les gusta esa rama del derecho, guiados únicamente por las mayores probabilidades de colocación que ofrecen las universidades o por la imagen idealizada, no siempre fiel, del ejercicio de la abogacía en un determinado ámbito. En todo caso, esta tendencia lo que conduce es a alargar nuestra vida de estudiante con el fin de tratar garantizar la oportunidad de iniciar su carrera profesional.  Este tema también lo trataré en el futuro.

Cabe mencionar como otro factor de diferenciación la experiencia profesional. Pero un momento, ¿Cómo va a ser un factor diferenciador si se supone que tras terminar la carrera, no disponemos de experiencia, o se encuentra limitada a unos meses de practicum? . Pues bien, basta con mirar cualquier anuncio para posiciones de becario y ver que aunque no suela ser necesario, se valora de forma positiva la experiencia de al menos un año. Exacto, lo que queremos conseguir se convierte en un prerrequisito para poder iniciar nuestra carrera. Como indiqué al principio, al inicio de la carrera profesional como becario o asistente es más el incordio para la firma que el beneficio que obtiene pues implica el que otro abogado dedique parte de su tiempo a enseñar y supervisar todo lo que hace el becario, y pocos se prestan a eso.  Por otro lado, no son pocos los que se aprovechan de la situación de sobre abundancia de profesionales para contratar becarios con experiencia para ahorrarse el sueldo de un abogado junior (Vamos, que lo que menos les importa es la formación del becario).

Tras esta breve exposición podría parecer que no existen factores diferenciación que garanticen una ventaja sobre el resto de candidatos dada la alta competencia del sector. Nada más lejos de la realidad. Hay numerosos elementos que se convierte decisivos por parte de las firmas a la hora de elegir un determinado candidato. Así, entre otros, la capacidad de comunicación, de organización, de trato con el cliente, la experiencia internacional.. etc son factores que se suelen ignorar durante la carrera, y que sin embargo acaban siendo determinantes a la hora de seleccionar un determinado candidato.

La tendencia a que un factor de diferenciación se acabe convirtiendo en  una commodity es una muestra de lo competitivo de nuestro sector. Lo que antes era un extra que nos daba una ventaja frente a los demás candidatos, ahora pasa a ser una condición necesaria, pero no suficiente. ¿Y por qué nuestro sector es tan competitivo?. Bueno, ese es un tema muy interesante que trataré de forma especial en un post posterior.